La neurociencia nos enseña que el arte estimula emociones íntimas y profundas pero también que su práctica desarrolla las capacidades cerebrales de los niños.
Más allá de eso, primero satisface una necesidad estética proporcionando una satisfacción desinteresada, lo opuesto a las necesidades primarias. El sentimiento de belleza es subjetivo y está ligado al placer. Es diferente de una cultura a otra y de una persona a otra. La formación del gusto, que sigue siendo propio de cada uno, implica una educación a través de una mentalidad abierta que exige aceptar diversas exploraciones del mundo del arte y la creación.
Quizá podamos vivir sin el arte, pero la belleza transporta el pensamiento a otra esfera del intelecto. Poner en juego la imaginación te permite escapar de la realidad, descubrir y aceptar otros campos y otros conceptos, como el descubrimiento de una obra, sin prejuicios, cuestiona tu propia visión del mundo.
El arte es también creador de valores en los que, según los gustos y la cultura, uno se reconoce y forma un grupo. Estos pueden ser valores estéticos o valores de significado que compartimos y que crean una experiencia común.
